En 1954 se publicó un folleto con grabados y calaveritas literarias del Taller de Gráfica Popular, titulado Calaveras desvalorijadas… al trabajo fecundo y creador. En la página 3 se incluye un grabado de Guillermo Rodríguez Camacho, mi padre, quien fuera miembro del Taller por aquellos años.

Esta calavera aparece como obra anónima en el catálogo El Taller de Gráfica Popular en México 1937-1977, elaborado por Helga Prignitz. Hace unos meses, el coleccionista Peter Schneider me hizo notar que la obra probablemente era de la autoría de mi padre. Aunque la familia conserva el grabado, la identificación en el catálogo de Prignitz no me había sido posible, ya que allí se consigna como obra anónima y no se incluye la imagen.

El grabado, efectivamente, es de la autoría de Guillermo Rodríguez Camacho. Su firma de aquel entonces (g.r.) puede observarse en la esquina inferior izquierda del grabado. Es la misma firma que utilizó en otras obras de esa época; la misma con que marcó sus gubias de artista, como se observa en la foto de abajo.

Guillermo Rodríguez Camacho, «Contra la carestía, los monopolios y el sindicato de los boxeadores». Foto: Iliana Rodríguez, 2020 (del ejemplar del grabado suelto del archivo familiar).
Gubia de Guillermo Rodríguez Camacho. Archivo familiar. Foto: Iliana Rodríguez, 2020.

En el catálogo de Prignitz, se describe así la publicación donde aparece el grabado:

"Calaveras
1954
 [...]
 1013-1016
 Colectivo:
 Calaveras desvalorijadas... al trabajo fecundo y creador
 Plegado en cuatro páginas y quince grabados en linóleo
 3000 ejemplares se publicaron en el TGP, financiados por el diario El Popular
 47.5:35 cms
 Col. TGP
 [...]
 1015 P. 3. Contra la carestía, los monopolios y el sindicato de boxeadores". 

En Calaveras desvalorijadas, el grabado se publica junto con una calaverita literaria, anónima, que trata acerca del legendario boxeador Raúl Ratón Macías en su pelea contra el estadounidense Nate Brooks. La pelea tuvo lugar el 26 de septiembre de 1954 en la Plaza México.

¡Viva que viva el Ratón! ¡Un abrazo a mi campeón!

No hubo calaca de veras
que por ver la del Ratón
no fuese al único expendio
de los boletos del box,
a dormir bajo la lluvia
o quemarse con el sol.
Porque la Empresa anunció
suprimir revendedores,
que ningún radio daría
reseñas del match y no
se vería en televisión.
El radio dio la reseña;
en televisión se vio.
Y aún más: la Empresa taimada
entre amigos repartió
buen tanto del boletaje
para la especulación,
y así expoliar, a sus anchas,
del público la afición.

A tendido fue la Muerte
para ver a su Ratón,
y cuando este a su contrario
muy resuave le sonó
se puso tan exitada
que hasta la silla rompió.

Repuesta de la emoción
se puso a reflexionar
en que la Empresa leonina
al "otro lado" encamina
millones del entradón.
Gacho es que hasta la cecina
nos arranquen de un jalón,
empeñada la leontina
y en la bolsa... ¡ni un tostón!

Exclamó la Parca Fría:
¡Viva y reviva el Ratón
que a México el triunfo dio!
Mas los "vivales" son otros...
¡Ah, qué tiempos, don Simón!

Y empuñando la guadaña
a los vivales quebró
los huesos del espinazo
y a la fosa los echó.

En la calaverita, como se observa, se critica a la Empresa por hacer un negocio redondo con las entradas. Este llevarse «al otro lado», a Estados Unidos, el dinero, tiene su correlato en el grabado, donde se puede ver a una calaca (la Comisión Internacional de Box), con el sombrero del Tío Sam, llevándose una carretada de dinero.

La periodista Bertha Hernández recuerda así aquella pelea del Ratón en el periódico La Crónica:

"No importó que el 26 de septiembre de 1954, cuando El Ratón le disputó a Nat Brooks el título de campeón de Norteamérica, fuese un día lluvioso: las 65 mil entradas de la Plaza México se vendieron completas, y ante la expectación que causaba la pelea, y con la bendición del Regente del Distrito Federal, Ernesto P. Uruchurtu, también se transmitió por televisión.
"La ciudad se quedó desierta, paralizada otra vez.  Se supo que, los que tenían televisor, invitaron a los amigos —en zonas acomodadas— y los que tenían un aparato, pero estaban en rumbos más populares, rentaron, por unos pocos centavos, un banco, una silla, para que los vecinos, convertidos en clientes, pudiera ver pelear a El Ratón. Los menos afortunados, que no tenían ni amigos ni vecinos con televisión, pudieron ver la pelea en los televisores de los escaparates de las tiendas. El Ratón no defraudó a sus leales; venció a Nat Brooks y se convirtió en retador al título mundial, que ganó al año siguiente, en marzo de 1955, al vencer a un tailandés, Chamroern Songkitrat".

Con estos apuntes sobre la obra de mi padre, Guillermo Rodríguez Camacho, lo recuerdo hoy, en vísperas del Día de los Muertos.

Iliana Rodriguez Zuleta

Ciudad de México, 1 de noviembre de 2020

Fuentes consultadas

Hernández, Bertha, «La tragedia del Ratoncito», en La Crónica, 27 de octubre de 2018. Consultado en línea el 1 de noviembre de 2020. https://www.cronica.com.mx/notas/2018/1098673.html

Prignitz, Helga, El Taller de Gráfica Popular en México 1937-1977, traducción de Elizabeth Siefer, México, Instituto Nacional de Bellas Artes, 1992.

Schneider, Peter, comunicación personal en este blog y por correo electrónico, septiembre de 2020.

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